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cio, llama esta pieza la atencion por otras especies de mérito. Las ideas son nobles, las figuras están empleadas con oportunidad é inteligencia, los epitetos son pintorescos, y la versificacion es numerosa y brillante.

En el siglo XVI tradujo esta oda el licenciado Juan de Aguilar del modo siguiente.

Ya el Padre Omnipotente

Cubrió de nieve y de granizo el mundo,

Y con su nano ardiente

Batiendo el sacro alcazar sin segundo,

A Roma puso en un temor profundo.
En un espanto horrible

Y miedo puso á todos los vivientes;
Pensaba que el terrible

Siglo tornaba, que ahogó á las gentes

En agua y copiosísimas corrientes.
Pirra se condolia,

Viendo mil novedades prodigiosas,
Cuando alli conducia

Proteo el ganado y focas espantosas
A los montes y peñas cavernosas.
Y mil varios pescados

Se vieron de los olmos en la altura
Subidos y pegados,

Do fundó la paloma simple y pura
Bien conocida casa y mal segura.

Los gamos y las fieras,

Con un temor cobarde y sobresalto

Olvidan sus carreras.

Nadando sobre el mar tendido y alto,

Dando en el agua un salto y otro salto.

Vimos el agua roja

Del Tiber, que violento sus corrientes,

Del mar toscano arroja,

Retorciendo sus ondas y vertientes,

Contra los edificios mas potentes.

Parece que mostraba

Dar gusto el rio al mugeril deseo,

Que mucho se quejaba

Ilia, y el Tiber con atroz meneo
Le promete vengar el hecho feo.
Abre con desatino

Por el siniestro lado un ancho seno,
Talando va el vecino

Campo romano, de braveza lleno,

Lo cual no aprueba Júpiter por bueno.
Los mozos descendientes

Tendrán memoria del castigo aciago,
Y afilarán las gentes

El hierro cortador, y un ancho lago
Dará de sangre á nuestro vicio el pago.
¡Ay! ¡ cuánto mejor fuera

Volver el duro y riguroso acero,

Y el ódio y rabia fiera

Contra el Parto feroz, bravo guerrero,

O contra el duro scita y persa fiero!
¿A cuál deidad pues luego

El pueblo invocará para el caido
Imperio? ¿con que ruego

Las vírgenes piadosas, y gemido,
Fatigarán de Vesta el sordo oido?

Y el padre soberano,

¿A quién dará el divino y santo cargo,

Que con remedio sano

El daño limpie, y cure mal tan largo, Volviendo en dulce risa el llanto amargo?

Ven, pues, ó favorable

Apolo, anunciador del alegria,

Descubre el agradable

Rostro hermoso, y un dichoso dia,

Vestido de una blanca nube envia.

O tú, Venus graciosa,

Si te place, demuestra el bello riso,

Donde el gozo reposa,

Y do el amor alegre nacer quiso,

Que vuelve al mundo en dulce paraiso. Y tú, Marte encendido,

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Los ojos vuelve al pueblo que enjendraste,
Que despreciado ha sido,

En quien tu brava furia apacentaste;

Tan largo juego ya de espada baste.

A ti los alaridos

Y el confuso gritar y las celadas
Lucidas, y bramidos,

Te agradan, y del moro las espadas.

(Que puesto á pié es mas fiero) ensangrentadas.

Tú, que de grande altura

A la hija de Atlante nombre diste,

Mudada tu figura,

En vuelo venturoso descendiste,

Y de este bello jóven te venciste
Gustando de llamarte

De César vengador, ó jóven claro,

Al Cielo que es tu parte,

Muy tarde vuelvas; y con gozo raro

Des al romano pueblo eterno amparo.

Y algun ligero vuelo

No te nos quite, aunque los vicios nuestros

Te ofenden en el suelo,

Primero en el tus grandes triunfos diestros

Canten del sacro monte los maestros.

Ten por blason honroso

Ser dicho padre y príncipe estremado,

Y al medo belicoso

No consientas correr en campo armado,

Sin la pena debida á su pecado.

V. 1. Iam satis... Hubo un antiguo comentador de Horacio, que creyó que la uniformidad de las terminaciones de satis, terris y nivis era imitativa del silbo suave que parece despedir la nieve al caer. Bastantes siglos despues, otro comentador se apropió esta idea, que algunos intérpretes modernos aplaudieron y admiraron sin medida. A pesar de ellos, satis, terris y nivis, en un un pemismo verso, deben considerarse mas bien como queño descuido, que como un gran primor.

V. 2. Pater... Júpiter, el primero y el mas poderoso de los dioses del paganismo. La mitología le hizo hijo de Saturno y de Rhea, es decir, del Tiempo y de la Tierra, y la no desarrollada inteligencia de las sociedades primitivas, esto es, de las que se fueron formando despues del cataclismo, designado en las tradiciones de todos los pueblos bajo el nombre de diluvio, no podia dar un orí gen mas alto al Dios del universo. Hijo del Tiempo, queria decir, en el lenguage habitualmente figurado é hiperbólico de aquellas sociedades, «un ser cuyo orígen se pierde en la noche del Tiempo», «un ser coetáneo á la aparicion del Tiempo, ó coexistente con esta misma aparicion;» lo cual, en cuanto era compatible con los instintos oscuros y los hábitos de materializacion propios de hombres casi salvages, equivalia á eterno ó casi eterno. A este atributo, tal como podian comprenderlo inteligencias no alumbradas por la antorcha de la revelacion, se refiere la superioridad que la mitología reconocia en Júpiter, y esta superioridad es la que se denota con la denominacion antonomástica de pater, que le da aqui Horacio.

V. 2 y 3. Rubente dexterâ... Como si dijese, con una mano hecha ascua, pues tal es aqui la fuerza de la palabra rubente. El rayo era el arma de Júpiter.

V. 4. Terruit urbem.... En obsequio del sucesor de Julio César, consideraron los poetas del siglo de Augusto, como efectos de la venganza celestial, los portentos que siguieron al asesinato del dictador, y que en su entusiasmo exagera aqui un poco nuestro lírico.

V. 6. Sæculum Pyrrhæ.... Pirra fue hija de un Epimeteo, y esposa de un Deucalion, que hacen en la mitología un papel importante. En el tiempo que el tal Deucalion reinaba en Tesalia (sobre 1560 años antes de J. C.), sufrió aquel reino un espantoso terremoto, que coincidió con una no menos espantosa riada del Peneo, y con largas y copiosas lluvias. La inundacion fue tal, que perecieron en ella todos los que habian sobrevivido al terremoto, escepto unos pocos que con Deucalion su rey, y Pirra, esposa de éste, habian logrado guarecerse á tiempo en las alturas del moute Parnaso. La mi

tología, que apoderándose de los hechos históricos, los convertia luego, por el carácter fantástico que les daba, en alegorias, de cuyo origen no dejaba á veces columbrar el rastro, desfiguró en breve aquel suceso, suponiendo que «Júpiter, resuelto á castigar las maldades de los hombres, envió á la tierra un diluvio, que acabó con la especie toda, sin otra escepcion que la de un corto número de individuos que se embarcaron con Deucalion y Pirra en una nave, que dió fondo en la cumbre del Parnaso. » La leyenda mitológica añadió, que retiradas al fin las aguas, fueron el rey y su esposa á consultar al oraculo de Temis sobre el modo de repoblar el yermado suelo. El oráculo les mandó arrojar hácia atrás los huesos de su madre;» y considerando ellos que la madre no podia ser otra que la tierra, ni otra cosa que las piedras los huesos de esta, se pusieron á coger y tirar piedras, y vieron maravillados nacer hombres de las que arrojaba Deucalion, y de las que lanzaba Pirra, mugeres. Salvo lo relativo al sistema de repoblacion, todas las demas circunstancias del suceso convienen perfectamente con lo que sobre el diluvio de Noe nos dejó escrito el inspirado historiador del Génesis. En el capítulo VI de aquel libro leemos en efecto que Dios dijo á Noe, Repleta est terra iniquitate à facie eorum, et ego disperdam eos cum terra. De que modo cumplió el Señor su terrible amenaza, nos lo dice en seguida el mismo historiador por estas palabras, Consumptaque est omnis caro quæ movebatur super terram, volucrum... universi homines. En fin, el arca en que se encerró Noe baró en la cresta de un monte, como en la de otro la barca de Deucalion. Por el cotejo de estas circunstancias se ve que la relacion mitológica no hace mas que repetir lo que sobre las causas y efectos del rompimiento de las cataratas del cielo, reveló al mundo el sublime coronista de la creacion. Si se recuerda que el diluvio de Noe aconteció algunos siglos antes que el de Deucalion, y que el sábio legislador de los judios, que pasa por autor del Génesis, vivió algunos años antes que aquel rey de Tesalia, se podrá inferir sin temeridad, que los griegos tomaron de los israelitas la relacion de aquel acontecimiento, cuya noticia por otra parte se ha

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