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tica creacion del Hado ó el Destino, divinidad que debia ser superior á todas, puesto que á nadie era dado alterar sus decisiones, cuando cabia oposicion á las de los demas dioses. La mitología griega supuso que el Destino era hijo de la Noche; alegoría delicada, con la cual se quiso significar que la suerte de todo lo criado estaba envuelta en una profunda oscuridad; y revelando asi á los hombres la inutilidad de sus esfuerzos para descubrir lo que á propósito se habia rodeado de espesas tinieblas, se les recomendó la necesidad de abandonarse á influencias superiores, que no bastando á conocer, no eran dueños de modificar. Las Parcas fueron los ministros del Destino, y la mitología hizo á las Parcas hijas de Júpiter y de Temis, es decir, del poder y de la justicia; lo cual equivalia á inculcar bajo una nueva forma la resignacion á los decretos del Destino; pues ¿quien resistiria á disposiciones ineludibles por su orígen, y de cuya ejecucion estaban encargadas divinidades inexorables, apoyadas por la justicia, y revestidas del mas alto poder? Las creencias gentílicas atribuyeron pues al Destino lo que una creencia mas elevada y pura atribuyó despues à la Providencia. La diferencia consiste en que los antiguos hicieron del Destino un ser distinto del que veneraban como supremo, y nuestra religion no ha hecho de la Providencia, sino uno de los atributos de la divinidad. Por eso nuestra Providencia es previsora y benéfica, mientras que el Destino de los antiguos pudo ser, y fué en efecto ciego é inexorable.

V. 53. Parthos... Dícese que en el dialecto de la antigua Escitia, parto significaba desterrado, por lo cual se dió aquel nombre á los individuos de una tribu escita arrojada de su pais, y el de Partia ó Partiana al pequeño y pobre territorio en que se estableció, sobre los confines de la Hircania. En breve no cupieron en él aquellos proscritos, que aumentados, se estendieron primero á las llanuras vecinas, y mas tarde fundaron en Asia un vasto imperio, que duró cerca de cinco siglos. Durante mucho tiempo llegó á ser este la pesadilla perpétua de Roma, y lo era tanto en tiempo de Horacio, que nunca perdia él ocasion de celebrar los desastres que esperimentaban aque

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llos bárbaros, ó las desavenencias que los dividian, ni de escitar á los romanos á vengar daños, que no mucho antes habian recibido de ellos. Confundidos en varias épocas los partos, medos y persas, Horacio designa indiferentemente por cualquiera de estos nombres, los habitantes de los paises situados mas allá de las fronteras orientales del imperio. Los partos, aun en la fusion de aquellas razas, producidas por sus respectivas conquistas, conservaron como distintivo de su carácter, una de sus primitivas costumbres, la de arrojar flechas con muy certera punteria en medio de la mas rápida carrera; lo que hizo decir de ellos que combatian huyendo.

Latio... El Lacio está aqui tomado por la república ó el imperio de Roma, pues los Partos distaban del Lacio algunos centenares de leguas, y no se podía decir de ellos con razon, que amenazaban aquel territorio. Tuvo este por límites en lo antiguo la Etruria, la Sabinia, el pais de los samnitas, y el mar. Este pequeño espacio era entonces tan rico, que se pudo sin inverosimilitud suponer establecido alli á Saturno, bajo cuya dominacion gozó el pais de todo género de bienes. El antiguo Lacio fue lo que hoy se llama la Campiña de Roma, una de las mas pobres é insalubres comarcas de la Italia toda en la actualidad.

Inminentes... Verosimilmente cuando se escribió esta oda, que hubo de ser hácia el año de 731, uno antes que saliese Augusto para su espedicion al Oriente, se tuvo en Roma noticia de alguna correria nueva que habian hecho ó pensaban hacer los Partos sobre las tierras fronterizas del imperio.

V. 56. Seras... No se adivina porque Horacio hablaria aqui de sujetar á los seras, de quienes no consta que hubiesen hecho á Roma en tiempo alguno la menor hostilidad. Los seras habitaban la parte de la Escitia, vecina al monte Imao, situada sobre el camino que llevaban las earavanas, por medio de las cuales se hacia en la antigüedad el comercio con la frontera escítica de la China. Las principales ciudades de la Serica, que correspondia á lo que hoy se llama Tartaria China, eran Isedon y Serametrópolis. Dícese que los romanos llevaron de aquel

pais la seda, que por algun tiempo no se creyó trabajo de un insecto, sino produccion de un árbol; lo que no tiene duda es, que ellos daban el epiteto de serica á la tela hecha de esta materia. Algunos supusieron que los seras habitaban los paises situados entre la China y la India.

Indos... La India es una vasta y fértil region del Asia, llamada asi del rio Indo que la riega. Alli fundó Alejandro el Grande una ciudad, que de su nombre se llamó Alejandria, y otra que del nombre de su caballo se llamó Bucefala. Créese que la primera de ellas es la conocida hoy con el nombre de Candahar, en el reino de Cabul. Contábase igualmente entre las ciudades importantes de aquel pais, á Nisa, qne se decia fundada por Baco. Los indios enviaron á Augusto varias embajadas.

V. 57. Te minor... El poeta, que parece haber hecho una division de mando entre el dios y el emperador, tiene cuidado de no parecer irreverente con el uno, al mostrarse panegirista del otro; y por eso, despues de tu secundo Cæsare regnes, repite la idea bajo otra forma, y añade, te minor reget orbem. Por la misma razon presenta el poeta á Júpiter en toda su pompa y magestad, haciendo estremecer al Olimpo con su carro, y lanzando rayos á los bosques profanados. Las dos ideas del movimiento del carro y del lanzamiento del rayo, aparecerán intimamente enlazadas, cuando se recuerde que entre los antiguos se creia generalmente que el trueno no era otra cosa que el ruido que hacia en el cielo el carro de Júpiter indignado. El vulgo moderno participó durante mucho tiempo de esta idea, y apropiándola á nuestra creencia, atribuyó alternativa ó sucesivamente aquel estrépito al caballo de Santiago, ó á influencias de santa Bárbara, á quien se venera como abogada contra las tormentas, de resultas de haber perecido por un rayo el mónstruo que segó en flor su virginal y gloriosa vida. Restituyendo á la primitiva tradicion poética todo lo que tenia de religioso y elevado, dijo noblemente Melendez en su oda á la tempestad, hablando de Dios,

De su carro

Retumba la ronca rueda.

Tesalia de la mas alto que

V. 58. Olympum... Olimpo era el nombre que se daba á una cadena de montañas que separaba la Pieria. Como los griegos no conocian sitio el Olimpo, supusieron que en él hacian los dioses su morada, con lo cual la palabra Olimpo se bizo sinónima de Cielo, Hubo otros tres ó cuatro montes del mismo nombre.

ODE XIII.

AD LYDIAM.

Cum tu, Lydia, Telephi
Cervicem roseam, cerea Telephi

Laudas brachia, væ! meum

Fervens difficili bile tumet jecur.

Tunc nec mens mihi, nec color

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Certa sede manent; humor et in genas

Furtim labitur, arguens

Quàm lentis penitus macerer ignibus.

Uror, seu tibi candidos

Turpârunt humeros immodicæ mero

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Rixæ; sive puer furens

Impressit memorem dente labris notam.

pero que no tienen importancia mitológica, ni histórica, ni geográfica.

V. 59. Tu parum castis... No es ocioso ni impertinente, dice Torrencio, presentar á Júpiter lanzando rayos á las selvas, pues la idea de que estas tenian algo de divinas, hacia que se mirasen los rayos con mas miedo, y que se considerasen como indicios de estar altamente ofendido el dios que los lanzaba.

ODA XIII.

A LIDIA.

Cuando tú, Lidia, alabas
Los brazos de Telefo,
Y de Telefo admiras
El sonrosado cuello,
La bilis se me inflama,
Y juicio y color pierdo.
Y asómanse á mis ojos
Lágrimas de despecho,
Que á mi despecho corren;
Indicios de este fuego,
Que lentamente abrasa
Mi enamorado pecho.
Rabio si acardenala
Tus cándidos molleros,

En vinosa pendencia,

Ese procaz mancebo,

O si su diente agudo
Clava en tus lábios bellos.

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