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200 ejemplares en papel del Japón.
300 ejemplares en papel de hilo.

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Al Señor Don

Rafael Angel de la Peña

Testimonio de admiración al filólogo

y de cariño al amigo.

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expuesto lo segundo, sin compensación posible, å ser irremisiblemente vencido por todos los intérpretes del Mantuano, que antes que yo, han logrado, con arte sumo, hacer saborear á sus lectores vino añejo servido en odres nuevas.

Otro ha sido mi propósito.

Si antes Horacio y Virgilio eran, entre nosotros, de todos conocidos, porque quien no aprendía de memoria, siendo joven, sus obras en las aulas, las interpretaba después empeñosamente en la edad madura, hoy, que con la supresión de la enseñanza del latín, se ha dado de mano por completo á los estudios clásicos, la juventud de nuestras escuelas los tiene en poco y habrá de acabar por olvidarlos.

No soy yo de los que creen que antes que á las matemáticas, debe consagrarse en la enseñanza preferente atención al estudio del griego y del latín; pero no por eso dejaré de lamentar que se hayan arrebatado de las manos de la juventud los eternos modelos de la literatura clásica, que se la haya privado de la ocasión, tal vez única, de cultivar su espíritu con la contemplación de sus bellezas, y más aún que la juventud misma haga alarde de desdeñar ó en realidad desdeñe las útiles lecciones que con su estudio hubiera podido obtener.

Deber de todos los que anhelamos por el progreso de la literatura nacional es reaccionar contra esta tendencia, hacer que la juventud vuelva los ojos hacia los

viejos idolos restaurados en sus altares demostrar que bien se compadecen los nuevos cánones que sirven de base á la instrucción moderna, con el estudio de las letras clásicas, como los órdenes dórico, jónico y corintio habrán de continuar hermoseando y embelleciendo siempre las modernas construcciones que tienen el hierro y el acero por apoyo y por cimiento.

El objeto fundamental que con la instrucción moderna persiguen los pedagogos, es, sin duda, el desarrollo gradual de la inteligencia humana; pero no debe ponerse en olvido que para que ese desarrollo sea armónico, es necesario lograr á un tiempo el conocimiento de la ciencia y del arte, para que la una nos enseñe la verdad, arma incomparable en la lucha por la existencia, y el otro nos enseñe lo bello, aspiración suprema que nos hace amar la vida.

Si el vicio de los antiguos métodos de enseñanza, según una imagen de Spencer, consistía en abandonar la planta para no pensar más que en las flores que debía producir, no debemos caer hoy en el extremo opuesto de esterilizar la planta por el afán excesivo de conservarla, hasta llegar á privarla de la rica florescencia con que debe engalanarse en primavera.

¿Y qué mejor enseñanza artística que la que las letras clásicas pueden suministrar?

¿Y con qué florescencia más rica podrá engalanarse el espíritu, que con la que puede hacer brotar en él el estudio de la poesía griega y latina, únicas que lle

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naron el mundo de tales encantos, que lo hicieron digno de ser habitado por los dioses?

Pues bien: ya que la juventud en las escuelas no tiene ocasión de conocer las letras clásicas, precisa poner en sus manos las traducciones de los más eximios poetas griegos y latinos, hacer que aproxime sus labios sedientos á la fuente inexhausta de la eterna belleza y sembrar por doquiera, en los campos que rodean las colmenas, las flores de Anacreonte y de Teócrito, de Horacio y de Virgilio, para que en ellas de preferencia busquen las abejas laboriosas la miel que mañana han de acendrar en sus panales.

He aquí el objeto que antes persiguiera al dar á la estampa mis traducciones de Horacio; he aquí el móvil que ahora me guía al hacer conocer del público las Bucólicas de Virgilio.

Si la obra que emprendo es temeraria, sirvame de excusa la nobleza del propósito que me anima y lo útil del deseo que me alienta. La obra es temeraria, porque muchos, antes que yo, han llevado á término y remate la misma labor y, sin duda, con mejor acierto; pero habrá de resultar provechosa si logro despertar de nuevo el amor por la poesía pastoril, que no es otra cosa que la expresión del amor á la tierra, fuente de la grandeza de los hombres y de los pueblos.

Precisamente por el objeto á que mi traducción está destinada, va precedida del texto latino y acompañada del comentario gramatical, crítico é histórico de

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