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COMENTARIOS Y NOTAS

ÉGLOGA I.

La base histórica de esta Égloga, es la repartición de las tierras hecha en favor de los veteranos por los triunviros en el año 41 A. C. Era necesario encontrar lugar sin tardanza para más de 170,000 hombres (Apiano, Bell. biv., v. 5), y de ahí resultó una confisca ción general. La «espoliación,» dice Mr. Merivale (History of the Roman Empire, vol. III, pag. 222), «se extendió desde las tierras de los alrededores hasta las más remotas, desde las propiedades municipales, hasta las privadas. La lealtad al partido de César no fué parte á evitar estos daños: la fiel Mantua compartió la suerte de su vecina, la desafecta Cremona; y la pequeña aldea de Andes, lugar del nacimiento de Virgilio, situada en el territorio de Mantua, se vió también envuelta en las calamidades de su Metropoli. La leyenda, tal como aparece en el Comentario de Servio, es

que Virgilio fué à Roma con motivo del despojo de su propiedad y que obtuvo de Octavio una orden para que le fuera restituida, la cual orden resultó ineficaz, debido á la violencia de un nuevo ocupante, según se refiere en la Égloga IX, que lo obligó á pedir protección por segunda vez. [Esta es la tradición que aceptan los más modernos críticos. Sin embargo, es posible, como se sostiene en el Estudio de la Égloga IX, que ésta sea anterior à la I, y que no haya habido más que un despojo (el que se refiere en la Égloga IX) y una restitución (aquella de que se trata en la Égloga I). H. N.].

Los que hablan en la Égloga, son dos pastores, uno de los cuales está disfrutando de los encantos de la vida rústica, cantando á su amor y viendo pacer ocioso sus ganados, cuando es encontrado por otro que ha sido expulsado de sus dominios y conduce sus cabras sin más perspectiva que un triste destierro. Esto es bastante sencillo; pero en la Égloga todo se ha complicado por medio de un infeliz artificio. El pastor afortunado está representado como un esclavo que acaba de obtener su libertad; y se hace uso de esta emancipación para simbolizar la confirmación del poeta en su propiedad. Los dos sucesos, con sus concomitantes, se consideran como confundidos uno con otro, puesto que la historia se refiere, parte en una forma y parte en otra. Véanse los v.v. 41 y siguientes y las notas. Esta confusión nace de la identificación

del pastor y del poeta, de que se habla en la introducción á las Eglogas; pero en el presente caso, lo burdo mismo de esta confusión ha impedido que sea notada por los editores que suponen á Títiro, como á Meris, el de la Égloga IX, el «vilucus» de Virgilio que va á Roma á comprar la libertad de su amo, y sabe allí, por Octavio, que está salvada su propiedad, hipótesis inconcebible y que realmente no se compadece con el lenguaje de la Égloga. Los primeros Comentadores, tales como La Cerda y Catrou, no se dieron cuenta de esta dificultad; pero crearon otra en la forma de una alegoría, de acuerdo con la cual, los dos amos de Títiro, v. 30, están, uno en favor de Roma, y otro de Mantua, respectivamente. Trapp, al rechazar esta alegoría, supone que el cambio de ambos, significa un cambio de partidos, porque Virgilio abandona el de la causa republicana por el de los triunviros.

La escena, como en otras Églogas, es confusa y convencional; las hayas (v. 1), cavernas (v. 75), montañas (v. 83) y rocas (v. v. 15, 47, 56, 76), pertenecen á Sicilia, mientras que el río pantanoso (v. 48) es de Mantua. El poema aparece original bajo otros aspectos; pero los nombres de Títiro, Galațea y Amarilis son tomados de Teócrito.

1-5. ¿Cómo es que mientras que yo ando errante, como un desterrado de mis campos nativos, tú estás recostado á la sombra, cantando á tu amada como un pastor feliz?

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