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Del betún con la ayuda incendia luego:
Funesto Dafnis con su amor me abrasa,
Mas yo en este laurel á Dafnis quemo.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Cual novilla que en bosques y montañas,
Cansada de ir al toro persiguiendo,

Caer se deja entre las verdes ovas
Cerca de las orillas de un riachuelo,

Y en la noche al redil tornar olvida, Dafnis me ame, y yo goze en su tormento. ¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,

De la ciudad hasta mi hogar traedlo.

Estas ropas el pérfido dejóme,

Cual caras prendas suyas, hace tiempo;

Ahora en mi umbral, ¡oh tierra! te las mando;

Ellas á Dafnis volveránme luego.

¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.

Meris mismo, cogidos en el Ponto
Estas hierbas me dió y estos venenos
Que nacen en el Ponto en abundancia,
Y
yo á Meris lo vi, gracias á ellos,
En un lobo á menudo convertirse
Y entre las selvas esconderse huyendo,
Á los muertos sacar de sus sepulcros,
Y las mieses llevarse á otros terrenos.

Ducite ab urbe domum, mea carmina, ducite Daphnim. Fer cineres, Amarylli, foras rivoque fluenti

Transque caput iace. nec respexeris. His ego Daphnim Adgrediar; nihil ille deos, nil carmina curat.

Ducite ab urbe domum, mea carmina, ducite Daphnim." Aspice: corripuit tremulis altaria flammis

Sponte sua, dum ferre moror, cinis ipse. Bonum sit!

Nescio quid certest, et Hylas in limine latrat.

Credimus? an qui amant, ipsi sibi somnia fingunt?

Parcite, ab urbe venit, iam parcite, carmina, Daphnis.

¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Estas cenizas, Amarilis, lleva;

Y la cabeza para atrás volviendo
Arrójalas al agua; no las mires.
Á Dafnis yo lo venceré con esto,
Ya que él no se preocupa de los dioses
Y que mis cantos tiene en menosprecio.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Mientras tardo en sacarlas, las cenizas,
Con llamas espontáneas, ¡buen aguero!
Envuelven el altar. No sé que sea:

¿No es el que ladra en el umbral su perro?
¿Lo creeremos? ¿No acaso los amantes
Siempre se fingen á su antojo sueños?
¡Cantos míos! cesad, que viene Dafnis
De la ciudad, por mis conjuros, presto.

ÉGLOGA IX

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